Una de las experiencias más bonitas cuando se aprende a dibujar, es tratar de plasmar las formas del cuerpo humano.
Intentarlo no es fácil, pero es necesario para aprender a atrapar el volumen. Porque en cada músculo, articulación o recoveco del cuerpo existe una forma geométrica subyacente
que nos ayuda a representar la tridimensionalidad. Este fue uno de mis primeros aprendizajes en la Facultad de Bellas Artes de Valencia.
Una de las partes más interesantes al dibujar son las manos. En los dedos hay cilindros, conos... En las articulaciones poliedros... En las sombras elipses... Fijándonos en la plasticidad de estos hallazgos, simplificamos la realidad que no es plana. Con los pies sucede algo muy parecido pero, al poder moverse menos, es la mano la que puede aportar mayor interés en la composición.
Así que partiendo de unas pocas líneas que nos ayuden a encajar, en nuestro papel aparece una imagen bidimensional que, con unos pocos trucos, es decir el juego entre sombra y luz, y observando mucho, conseguimos que parezca tridimensional.
Luego cada uno tiene su estilo. La línea puede aportar mucha personalidad al dibujo.
Si nos paramos a estudiar la cabeza humana, su volumen y protuberancias, las curvas van a ser protagonistas. Es una de las prácticas que más pueden ayudar a dibujar casi cualquier cosa. Al principio, las divisiones y esquemas son necesarios pero, poco a poco, podremos prescindir de ellos. El siguiente paso es representar el volumen a través del claro oscuro. En mi sección de retratos hay algunos ejemplos de dibujos acabados. Aunque, a decir verdad, el que un dibujo esté finalizado o no, en ciertos casos, no es tan importante. Los dibujos a medio hacer también pueden aportar frescura e interés a la obra.
En la serie siguiente muestro un ejercicio de autorretrato que hice en mis años de estudiante. Creo que
fue una propuesta muy interesante y motivadora. Por supuesto un reto ya que no es fácil captarse a uno mismo. Utilicé un espejo y quise representarme en distintas posiciones y actitudes. Trabajé con técnicas distintas como dibujo a tinta, a lápiz y a carbón, utilizando pincel, lápiz o Rotring.
El modo de enseñanza de aquellos años era tradicional en algunas clases, lo cual agradezco.
Creo que ser innovador en la enseñanza de las bellas artes, no implica rechazar y obviar todas las técnicas que los anteriores artistas han desarrollado e investigado. Es más, la práctica
del dibujo siempre debe estar presente, ya sea que se utilice como medio o fin. Las siguientes son imágenes correspondientes a distintas sesiones con modelo dentro de las asignaturas de
la Facultad de Bellas Artes de Valencia.
Y sí, si echo la vista atrás, aunque todos los artistas tenemos mucho de autodidactas, he de recordar y agradecer a los profesores que tuve muchas cosas.
Revisando mis apuntes y dibujos me encuentro con varios dibujos, a modo casi de ilustración, que hice utilizando la técnica del grafismo, dibujando con Rotring. Recuerdo que siempre temía utilizarlos para el dibujo técnico y sin embargo me encantaba su uso más libre y explorador en el artístico. Con puntillismo creaba volumen y dejaba fluir la línea para formar planos aleatorios, y así conseguía expresar mis sentimientos.
En estos dibujos la composición era importante. Tenía un lugar destacado para poder ordenar los elementos
que daban forma e ilustraban una idea, lo cual me ayudaba a ser disciplinada y ejecutar la obra tranquila y paulatinamente. Pensaba mucho mientras dibujaba, me abstraía también y me
divertía. Estaba descubriendo muchas técnicas, algunas de forma esporádica, nacían naturalmente, y otras a través de mis profesores. En concreto recuerdo a un profesor más bien serio y muy
exigente, que propuso un ejercicio de grafismos. Debíamos elegir un objeto y representarlo utilizando cualquier forma abstracta que quisiéramos desarrollar. Se llamaba Enric Alfons. Dibujé
para la ocasión una pata de cangrejo, que me resultó muy difícil interpretar con los diminutos grafismos y que pasó a formar parte de su archivo personal. No conservo imagen alguna.
En aquella época no era como ahora que inmediatamente fotografiamos las cosas, así que la imagen solo
queda en mi recuerdo.
Lo que si guardo son algunos ejercicios en los que desarrollé ideas para diversos dibujos esquemáticos, que luego pudiera utilizar como grafismo. Es muy interesante para mi observarlo ahora; ya entonces se aprecia algo de la influencia oriental en mi trabajo. Hoy doy las gracias a aquel profesor por su nivel de exigencia.
Anteriormente a estos ejercicios que formaban una especie de micro mundo, ya había creado abstracciones. Me gusta realmente la frescura de esos dibujos que hice cuando aún era estudiante. Paralelamente al dibujo de figura humana, las prácticas de dibujo de pies y manos o el dibujo de estatua, comencé a dar rienda suelta a mi subconsciente plástico realizando las pequeñas composiciones abstractas que se pueden ver en el vídeo. Utilizaba diversos materiales que en aquel tiempo nos mostraban en las clases, como lápiz graso, barras grasas, carboncillo, pastel o ceras.
Técnicas de pintura y escultura
Esta imagen es de mi estudio en Valencia, cuando todavía era estudiante de mi segundo año de carrera en España. Se hizo necesario un espacio distinto al de la casa para poder trabajar y realizar todos los proyectos. Era especial ir al estudio y centrarse, apartándose de lo cotidiano y a la vez formando parte de ello.
En la facultad disponíamos de pequeños espacios los cuales ocupábamos durante dos
horas de clase aproximadamente, pero no era algo fijo. Es decir era un espacio reducido alrededor del caballete dónde pintábamos o dibujábamos. En el caso de la escultura, quizás era un poco
mayor pero no mucho más. Recuerdo perfectamente horas de pie modelando poliedros con barro. Intersecciones que nos ayudaban a comprender la relación entre las formas. También pudimos trabajar la
madera o el corcho. En uno de las clases del segundo curso, fabriqué un 'tenedor' gigante.
En pintura trabajamos la encáustica, el óleo, el acrílico o los
pasteles durante un curso, muy interesante y útil, del profesor Constancio Collado. Estaba abierto a todo tipo de expresión y al mismo tiempo era muy ortodoxo en cuanto a poner en valor la técnica pictórica y su influencia en el
proceso creativo. La figura de la mujer está pintado con acrílicos sobre lienzo, bajo la influencia del estilo fauvista.
Abajo muestro el bloc de apuntes o bocetos previos a trabajar un tema con
óleo. En esta pintura quise expresar algo muy simple y necesario para todos: la energía que necesitamos cada mañana. El título de estos trabajos fue "Good mornig life ¡
".
Aquí muestro una obra realizada con la técnica de pintura a la cera. Es muy interesante poder trabajar las formas con los pigmentos y después aplicar calor para enfatizar la plasticidad. Es una de las técnicas que más agradecí aprender en el curso. A este tipo de pintura también se le llama encáustica y fue utilizada ya por los egipcios. Luego los griegos y los romanos la desarrollaron utilizándola para decorar columnas y pintar murales. A los griegos se debe su nombre. Posteriormente fue una técnica retomada en distintos momentos de la historia.
Este es un detalle del cuadro. Es una técnica bastante delicada por el proceso que requiere, desde la imprimación del soporte al tipo de emulsión utilizado. Yo pinté sobre una chapa de madera montada en bastidor. A pesar de su dificultad tiene características ventajosas como que no se cuartea, ni se oxida o contrae. Tampoco es sensible al agua y los colores no amarillean. Lo que más me interesó es que se forman planos traslúcidos con interesantes sensaciones ópticas.
Ahora miro estas fotos y pienso que tiene mucho valor ese tiempo en el que pudimos aprender y desarrollar nuestra creatividad. Aquella frase famosa "el tiempo es oro" cobra verdadero sentido hoy en día. Y reconozco una vez más que el espíritu creativo siempre estuvo en mi.
Imágenes y texto: © Isabel Jiménez. Consulte, por favor, en caso de querer hacer uso de fotografías o citar parte del artículo.
"Studio", "atelier", son palabras que definen un espacio donde el artista se concentra para realizar su obra, donde recibe visitas de posibles clientes, donde se reúne con compañeros y amigos, donde se aísla del mundo para concentrarse en la creación. Seguramente le visitará la inspiración, porque el ambiente que se respira es el de la espera de que algo interesante va a ocurrir en el proceso creativo. Este es uno de los privilegios que toda facultad de arte debería conceder a sus estudiantes. Al menos eso es lo que yo pensé al poder disfrutarlo, aunque fuera modestamente, en mis años de estudio en Reino Unido.
Para mi fue una gran experiencia estudiar en Middlesex University, gracias al programa Erasmus. Jim Mooney, pintor y tutor en Quicksilver Place, la Facultad de Bellas Artes, se encargaba en aquel tiempo de establecer lazos con la Universidad Politécnica de Valencia. Fue acogedor en todo momento, facilitando mi incorporación y continuidad en la facultad de arte.
La figura del tutor es realmente valorada en las universidades y creo que muy necesaria en la educación artística. A cada tutor correspondía cierto número de alumnos y se encargaba de dirigir sus avances. Sin embargo, la manera de hacerlo era más bien sutil sin querer restar libertad. Yo tuve la suerte de tener como principal tutora a Kathleen Mullaniff, pintora activa hasta la actualidad. Fue muy comprensiva y paciente conmigo dado que estaba adaptándome a un nuevo sistema de enseñanza para mí.
En la imagen se ve la mesa de trabajo a la entrada de los estudios. Aquí se hacían bastidores, se tensaban las telas, incluso se imprimaba alguna vez, entre otras tareas.
Como cada alumno, tenía un pequeño espacio compartido con otros estudiantes. Podía colgar mis cuadros en solo dos paredes y tener una mesa auxiliar para las pinturas, botes, pinceles, trapos, cuadernos, etc. Los bastidores y el tensado de las telas se realizaba en una gran mesa de madera, situada en la entrada de los estudios, que todos compartíamos. Aquel espacio era un gran estudio que nos permitía aplicar lo aprendido y desarrollar nuestra obra, apreciando el trabajo de los demás.
Fue un tiempo de estudio muy enriquecedor que además se nutría de charlas y conferencias de otros artistas que nos visitaban. Aprendíamos sin cesar y buscábamos nuestro propio modo de expresión, casi como si ya fuésemos profesionales. No faltaban clases paralelas sobre historia del arte, puestas en común de nuestra obra, tutorías con los profesores, reuniones de alumnos, así como alguna visita a estudios de artistas. Era una facultad dinámica y viva.
Dividíamos los espacios con mesas, taburetes, bastidores... respetábamos la concentración del compañero pero estábamos lo suficientemente cerca como para ayudarnos con rapidez o iniciar una interesante conversación. Como es natural, requerían cuidado y limpieza, además de algún otro lavado de cara antes de una tutoría o pequeño examen que nos ayudaba a mejorar. De hecho, más tarde se transformaron, se tiraron algunas paredes, se desmontaron los pequeños compartimentos y se crearon otros nuevos para organizar la exposición final y ser evaluados.
También se ofrecía al
alumno la posibilidad de dibujar directamente de modelos. Inglaterra es un país donde no hace falta ni llegar a la universidad para dibujar un desnudo. Un estudiante de
bachillerato, en la rama de arte, ya recibe clases de pintura con modelos.
Esta fue la pequeña entrada a mi exposición final de graduación en Middlesex, donde mostraba mi currículum, portafolios y cuadernos artísticos. Cada uno de nosotros exponía individualmente en uno de aquellos habitáculos que habían sido nuestros estudios, resumiendo así todo nuestro esfuerzo durante los cursos. Era la década de los 90.
En la parte derecha y en el frente expuse cuadros al
óleo. A la izquierda una pequeña instalación. Me encantó prepararlo pintando las paredes, limpiando el espacio... y poder vivir este importante día con todos mis compañeros, incluso parte de mi
familia. Por aquel entonces la universidad española se abría a Europa a través de los Erasmus.
Esta es una vista desde la segunda planta. Los estudios se convirtieron en una galería con distintos compartimentos para que cada alumno tuviera su espacio y exponer. Pronto llegarían los examinadores externos. En mi opinión, tanto el sistema de enseñanza como el de evaluación eran fantásticos.
En Middlesex, no se desperdiciaba nada para poder estar siempre alerta y comprender qué es el arte y qué significa ser artista. Al menos nos impregnábamos de un ambiente propicio para producir arte. Quizás faltaba, como en casi todas las facultades de Bellas Artes de aquel tiempo, una visión más realista de cómo introducir toda esa producción en el mercado y en el mundo de las galerías y ferias de arte. Aunque sí se recomendaban algunos libros útiles y escuchábamos la experiencia de otros artistas.
Guardo un especial recuerdo de la visita que hicimos al estudio del escultor británico, nacido en India, Anish Kapoor. Me impresionó ver una grieta en una de las paredes del estudio como parte de su obra o de su proceso de creación. De hecho, me inspiró para mi instalación de graduación. Era muy interesante tener este contacto y además vivirlo con compañeros de distintas especialidades. Recuerdo que también coincidí con otro estudiante español, Vicente Ortiz, actual profesor de escultura en la Universidad Politécnica de Valencia.
Fue curioso saber que Anish Kapoor había sido alumno en Middlesex, cuando la facultad se llamaba Hornsey School of Art. Este nombre anterior a Quicksilver Place fue adoptado para nuestro Degree Show. Había mucha nostalgia entre profesores y alumnos hacia la antigua escuela.
Abajo muestro la colección de postales con reproducciones de nuestra obra para la graduación y unas fotos de los estudios.
La foto de la cantina. En este momento estábamos simplemente descansando y comentando algunos compañeros, técnicos y profesores. Recuerdo que aquí, en la 'canteen', me encontraba con mis compañeras Sharon Jones, Mari Claire Garefield, Charity Smith y también estaba el profesor Richard Robbins, ya fallecido. Yo soy la del suéter a rallas.
El profesor Richard Robbins, pintor y escultor, solía reunir a todos los estudiantes los viernes por la tarde alrededor de grandes orzas de pan y vino. Mientras, uno de nosotros exponíamos un trabajo y lo explicábamos. Era voluntario. El estudiante que quería, podía hablar sobre su obra y luego iniciar un debate. Aquellos momentos también tenían mucho valor didáctico. Guardo muy buen recuerdo de aquellas charlas, así como de la reunión en su casa junto a su esposa Brenda y todos los demás estudiantes. Era un gran detalle por su parte para celebrar el final de curso.
© Imágenes Isabel Jiménez